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¿Cómo ayudar a los niños a elaborar el duelo?

La pérdida de un progenitor es un momento muy difícil para cualquier persona, sin embargo, durante la infancia es especialmente complicado, principalmente porque la muerte sigue siendo un tema tabú, incluso para los adultos, que intentan encubrir el dolor, debido a que ni siquiera nosotros tenemos habilidades de afrontamiento frente a la pérdida de un ser querido.

El proceso de duelo es siempre duro, pero podemos seguir algunas pautas que favorezcan la elaboración de un proceso de duelo adecuado, evitando las complicaciones posteriores que pueden surgir por no abordarlo adecuadamente.

¿Cómo deben comunicarse las malas noticias y cómo se gestionan los momentos posteriores?

Se deben tener en cuenta los siguientes aspectos (Kennedy y Lloyd-Williams, 2009; Kroen, 2011):

  • – La comunicación debe ser directa, sincera, objetiva, y evitando eufemismos, además de comprobar si han comprendido lo que se les ha explicado. Se debe informar cuanto antes, dado que la ocultación de la información puede entorpecer el proceso de duelo posterior. Es importante explicarles también lo que va a ocurrir los días siguientes al fallecimiento. En el caso de muerte por enfermedad, en especial en la etapa final de la vida, se debe permitir su participación en los cuidados, pudiendo realizar alguna tarea acorde a su edad.
  • – La persona idónea para realizar esta comunicación es el progenitor superviviente. En los casos en los que deba informar otra persona es recomendable que lo haga alguien cercano al menor que además explique por qué el otro progenitor no puede estar allí.
  • – Se debe asegurar la continuidad en los cuidados, es decir, siempre que sea posible, no se deben realizar cambios importantes en su entorno, como una mudanza, cambio de colegio etc., y procurar que sean las mismas personas las que continúen ocupándose de su atención después de la pérdida. Para facilitar el proceso de adaptación es fundamental informar en otros contextos habituales del menor como por ejemplo la escuela.
  • – Es importante validar, pero no forzar, la expresión emocional de tristeza o preocupación, como también de la rabia o ira (ésta última mediante formas productivas), para que tomen conciencia de sus emociones, las exploren y ganen control sobre ellas. Permitir otras formas de expresión, como por ejemplo los dibujos o el juego, y abordar también la culpabilidad que puedan sentir. Al mismo tiempo, es necesario que los menores tengan momentos de descanso en los que puedan desconectar del proceso que están viviendo. Posteriormente y en fechas clave (aniversarios, cumpleaños…) se deben atender las reacciones emocionales, anticipándolos a ellas.
  • – Permitirles siempre que lo deseen, despedirse del fallecido y participar en los rituales de despedida, estando disponible un adulto que les acompañe durante el proceso y pueda resolver sus dudas.
  • – Ayudarles a mantener una conexión simbólica con el ser querido que ha muerto y a preservar sus recuerdos significativos. Esta conexión tiene efectos saludables en el proceso de adaptación tras la pérdida.

Se ha demostrado que una comunicación que tenga en cuenta los elementos anteriores y adecuada a la etapa evolutiva facilita el proceso de elaboración del duelo y puede evitar su complicación (Rosner, Kruse, y Hagl, 2010).

¿Cuándo debe intervenir un especialista?

En los casos en los que el progenitor superviviente se vea desbordado por la situación, recomendamos la intervención de un especialista que facilite el proceso tanto para él como para el niño. En ocasiones hemos encontrado que el padre que sobrevive presenta un duelo complicado, del que no es consciente, pero si es capaz de observarlo en su hijo/-a. En tal caso, se puede acompañar el duelo de ambos, facilitando su elaboración y evitando el desarrollo de un duelo complicado.

Signos de alerta

Os invitamos a acudir a nuestra consulta si observáis que la conducta de vuestros hijos varia presentando los siguientes signos de alerta: llanto frecuente, rabietas o signos de agresividad, apatía, pérdida de interés por las actividades que antes resultaban agradables, alteraciones del sueño con pesadillas, miedo a quedarse solo, comportamiento infantil, cefaleas u otras dolencias físicas, imitación del fallecido, disminución del rendimiento escolar o no querer ir a la escuela, etc. Con respecto a este último punto, es recomendable informar a la profesora de la situación actual del niño. En caso de que nuestras profesionales lleven el caso, también podemos comunicarnos con el colegio y apoyar a los profesores en el acompañamiento del duelo, informándoles sobre las reacciones normales y cómo abordarlas.

Silvia Orenes Molina

Psicóloga Col. MU-2058

Especialista en Psicología Perinatal e Infanto-juvenil

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